El amor en los tiempos del táctil...
Dale vos, no seas cagón...
Si, sabemos que en la actualidad es mucho más fácil esconderse detrás de una pantalla. Inventar excusas, desaparecer, esquivar o hasta "construir" relaciones.
Pienso en lo mal que estamos como para preocuparnos por si nos responde un mensaje o no, si se conectó y no respondió, si nos clavó el visto. Si puso que tiene una relación o si está soltero. Ya no nos preocupa si llegó bien a casa, si le fue bien en el trabajo o alguna anécdota del día que nos cuenten y escuchemos, en vez de leer (muy por encima).
Supongo que los problemas actuales evolucionan junto con la sociedad, pero más que una evolución lo veo como un retroceso gigante a poder entablar relaciones como humanos sentipensantes que creo que aún somos. ¿En qué nos estamos convirtiendo?
Tener que estar pendientes de una hora de conexión, de si está en línea y no nos habla, si cambio el estado o puso una fotito y preguntarnos para quién será. Qué cosa rara somos los humanos, que mientras avanza la tecnología para conectarnos, nosotros nos esforzamos para desconocernos. Ya nadie se toma el tiempo de conocer a la otra persona porque cree que por mirar su Instagram, sus historias o su Facebook, ya conoce su historial completo. Ya nadie se pregunta qué sueña el otro, a qué le tiene miedo, qué le hace reír a carcajadas o cuál era su dibujo animado preferido. Todo es rápido y sin sentido. Todo se tiene fácil y se deja fácil también.
Antes, cuando empezabas una relación, la primera etapa era la más linda, la de las famosas "mariposas". Hoy, empezamos peleando, poniendo barreras, encerrando mariposas, diciendo "NO TE ENAMORES". Porque ya nadie quiere darse por completo. Siempre a medias. Por miedo o por tener "todo" en bandeja, ya no lo sé.
Y la mayoría de las relaciones empiezan igual (por suerte todavía existen las chapadas a la antigua). Al principio, hablando todo el día, mensaje va, mensaje viene, una llamada de vez en cuando, o todos los días si tenemos llamadas free...Se empiezan a conocer a través de esa pantalla, mandando fotos de lo que hace uno, de lo que está comiendo el otro, presentando al grupo de amigos con esa foto del boliche. Llega el momento tan esperado, de salir por primera vez, porque al fiiiiiiiiiiin se hicieron un tiempito. Y estuvo bien. Muy bien. Siguen charlando, pero la intensidad empieza a disminuir. Salen por segunda y tercera vez. El chat de Whatsapp ya no es lo que era antes. Con suerte un mensaje por día. Y así sin excusas, sin pretextos, sin explicaciones, se dejan de ver, de hablar, de sentir. ¿Qué pasó? Ni idea. Supongo que no funcionaba. Tal vez no era lo que quería. Seguro tiene a alguien más. Y empezamos a jugar al "Si no me habla, yo tampoco". Orgullosos por demás, cómo si mandar un mensaje fuese tan importante como un trasplante abierto de corazón. Ahora perder la dignidad es decirle al otro que lo extrañas y que no responda. Pero así estamos, midiendo...Cada paso, cada acción. Nuestra y la del otro. Y todo esto es porque no somos claros, nos escondemos...detrás de una pantalla.
Está claro que no queremos sufrir ni un poco por nada. Pero por lo que tengo entendido, todo lo que vale la pena siempre cuesta un poco más. La pregunta es...¿estamos dispuestos a que nos rompan un poco el corazón? O no. Y ojo, que el cosito azul que te deja expuesto no tiene nada que ver con esto.
Y empezá a jugártela, sin el táctil.
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