Esa mirada, la perdición de mi ser.

Un día supe que con esa mirada ya no iba a ser la misma. Desde ese momento, tuve la leve sensación que no sería fácil irme, hablar, ni mucho menos moverme. Luego, un susurro me dijo al oído que estaba en lo cierto, y en un principio creí que sólo era una ilusión y que ya iba a terminar. Transcurrieron los días en su curso normal, hasta que de nuevo esos ojos se cruzaron con los míos, pero ésta vez pronunciaste palabras que no escuché y me atravezaron el alma. Empecé a temblar y no sabía qué decir. No sabía si la volvería a ver. Cuando pude recobrar la postura, me animé a averiguar qué era aquello, de dónde venía todo eso, pero nuevamente estaba ya muy lejos. Desanimada esperaba encontrarte en algún sueño, en el reflejo de mi café o de alguna vidriera que visitaba. No estabas. Tuve que irme de nuevo para encontrarte. Ya no eran sólo ojos y palabras, ahora me tocabas como el viento y eso fue, un instante de locura que no tenía explicación, no sabía que pasaba. Encendí un cigarrillo y en el humo te disipaste como si no hubieras sido real. Volví a la rutina y era cierto, no existías. Me levantaba todas las mañanas queriendo descubrir esas sensaciones en otros rostros, pero no era lo mismo. Quise salir corriendo lejos, de nuevo, para buscarte, pero me daba miedo. No sabía qué iba a encontrar esta vez si aparecías. Me detuve y a lo lejos reconocí esos ojos llenos de intriga y pude ver que el miedo también lo sentías. Me acerqué, tenía que comprobar que no eras un oasis en medio del desierto. Y eras real, muy real. Estabas ahí, esperando...Bastó sólo un roce para que la electricidad que recorría mi cuerpo, que era una mezcla de incertidumbre y felicidad, descubriera que no podía seguir escapando de ese color verde. Necesité un golpe de locura para desafiar al destino y encontrarte en este mundo. Esos ojos son la perdición de mi ser.

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