Un café de decisiones...

Vos, yo y este café interminable que ya se enfrió. Sentados en este bar, mirando hacia la nada observando como el cielo va cambiando de color con el pasar del día. El reloj de arena lo dimos vuelta mil veces, los granitos parecen haberse cansado. Y como si fuese una tuca añejada con el tiempo, nos volvemos locos. Queremos salvar a esta taza suicida que está a punto de tirarse de la mesa. Pero estamos quietos, como si moverse nos fuera a lastimar, un solo paso y nos caemos. El mozo nos trae la cuenta y era interminable... Tantas cosas por cambiar, por resolver, por discutir, por empezar, por continuar, por terminar. Pero nadie quiere tomarse ese café que te congela la sangre de sólo mirarlo, sentir el sabor amargo de la soledad. Nadie quiere tener frío el corazón. Optamos por pagar a medias y seguir el camino a casa, separados y de la mano.

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